(Manos, las de la abuela)
Aquellos dedos valientes que la artritis no pudo vencer
Diez alfiles morenos hábiles y guerreros
Alquimistas del huerto, de hierbas y especias ingredientes de tu piedra filosofal
Magos del hilo la aguja y los palillos que tejían escudos contra el frio
Artistas de la sartén, cacerola, la leña y el infiernillo
Hornillo de adobe y ladrillo con forma de pan
Del trigo espejuelo, del maíz, bizcochuelo, rosca, bollo y maicillo
Aplanada burbuja de harina con agua y sal
Atletas que baten, amasan cortan y enrolan
Mágicas formas que nos divertían, juguetes que mojados en leche nos empancinarían
Dedos morenos curvados por el paso del tiempo, agrestes y fieros ante el batan
Caricias gráciles en mi negro cabello, sutil pañuelo de lágrimas y mocos
Cuanto llore después de caer de bruces, atontado saltimbanqui
Dedos hipocráticos que todo lo alivian, como diez joviales cosquilleantes
Estos diez guerreros fieros, alquimistas sabios y sesudos
Artistas de la cuchara de palo y olla de barro
Médicos payasos de la tristeza y el llanto
Forman una sola entidad bendita un solo equipo de superdotados
Son las manos de la abuela que aunque ya no era quinceañera eran agiles y alegres
La pureza de sus manos hacía un símil del aletear de los ángeles
Posándose en mi hombro si las nubes y torrentes turbios nublaban la existencia
Podría dejarme morir en ellos y allá arriba me llevarían
Pero tú te fuiste primero
Tus manos te llevaron volando y algún día posare mi alma en ellos
En tus dedos porque no hay manos como las tuyas. Abuela
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